miércoles, 5 de diciembre de 2012

Un día inolvidable. Efectos del cambio climático en Uruguay.


Al atardecer del 23 de agosto de 2005, ni el frío ni el viento hacían prever que esa noche 10 uruguayos morirían, cientos quedarían sin techo y mil serían evacuados, en el peor temporal de la historia contemporánea.
Desde hacía 36 horas, la red de estaciones meteorológicas de San Leopoldo en Río Grande del Sur, advertía la posibilidad de que se registrara un violento temporal en toda su zona de influencia. Los pronósticos fueron chequeados en toda su proyección, por técnicos brasileños tan al norte del epicentro anunciado, como los del Estado de Santa Catarina.

Alarmas y alertas se dispararon en todo Río Grande del Sur, ante los modelos disponibles que advertían la alta posibilidad de un ciclón extratropical. El alerta estaba publicada, con íconos de alta prioridad, en las páginas de Internet, de las estaciones de predicción meteorológica brasileñas.

Al anochecer del 23 de agosto, la mayoría de los uruguayos se fue a dormir con la relativa tranquilidad de cualquier invierno, pese a las condiciones climáticas amenazantes, pero en absoluto suponiendo peligro. Absolutamente ninguno de los servicios meteorológicos del país, públicos ni privados, advirtió lo que vendría, aunque cierto es que a las 18 horas, la Dirección Nacional de Meteorología advertía incluso la posibilidad de “vientos muy fuertes”, a los que estimaba de “entre 40 y 60 quilómetros horarios”.
“De repente, íbamos por la rambla portuaria en medio de un viento de no creer y con las luces de neón del alumbrado vemos que los contenedores, adentro del puerto, saltaban y los que estaban más arriba se caían como arrastrados”, cuenta uno de los fotógrafos.

Para otro equipo lo más impactante fue cuando llegaron a la rampa de la Torre de las Telecomunicaciones. “Un auto se había estrellado contra la puerta de acceso y no había forma de imaginar como había volado hasta ahí. Alrededor había una alfombra de vidrios total”, recuerdan.

El anemómetro del puerto de Montevideo, había llegado a registrar vientos de 149 quilómetros por hora. Después dejó de funcionar.

En el aeropuerto de Carrasco, se registraron rachas de 187 quilómetros por hora. En el interior, Maldonado sería el departamento con vientos de mayor velocidad registrados: 135 quilómetros horarios, en el puerto.

A medida que avanzaba la madrugada del 24 de agosto, los vientos del suroeste, completamente desbocados, arrasaron la faja costera de Rocha, Maldonado, Canelones, Montevideo, San José, Colonia y Florida, principalmente, alcanzando hasta 350 quilómetros tierra adentro.

En las nueve horas siguientes a las 22 del día martes, las centrales de Emergencia Pública, Policía y Bomberos estuvieron literalmente desbordadas por las llamadas telefónicas pidiendo auxilios. A modo de ejemplo el servicio “911″ de la Policía, recibió más de 22.000 llamadas, cuando en un día de ajetreo excepcional, reciben 3.500.

Diez personas perdieron la vida y una treintena resultó herida por distintas causas vinculadas directamente al temporal.

Comenzaría un calvario para miles de sobrevivientes: más de un millar de evacuados, centenares de viviendas literalmente derruidas, un par de miles con voladuras en sus techos. Algunos servicios vitales como OSE, UTE y Antel, demorarían incluso hasta 2006, para normalizar sus prestaciones. En principio 110.000 uruguayos estuvieron sin energía eléctrica entre cuatro días y cuatro semanas. 25.000 personas quedaron sin servicio telefónico, más de la mitad en Canelones: aunque subsanados en menos de una semana en lo básico, hubo reclamos por meses. El suministro de agua se vio interrumpido en algunas localidades canarias, pero en general estaba normalizado a los pocos días.

Los daños materiales jamás podrán ser cuantificados en toda su extensión. Desde el Banco de Seguros del Estado, se confirmó a LA REPUBLICA que las cifras iniciales de cobertura, calculadas en unos 4 millones de dólares, debieron ser ajustadas por distintas circunstancias, debiéndose pagar en total hasta 7,5 millones tan solo en la banca oficial. A nivel de las aseguradoras privadas en su conjunto, se estima en hasta 4 millones de dólares el pago efectuado.

Aunque cada uruguayo que lo vivió, seguramente tenga una experiencia completa e imborrable para contar, el daño más visible para todos, el menos esperado, el que aún permanece entre el colectivo, fue la destrucción botánica.

Más del 1 por ciento de los árboles de Montevideo cayeron, o debieron ser derribados, más de 2.200 ejemplares. Maldonado perdió 10.000 árboles, peor aún muchos de ellos ejemplares únicos que existían en el arboreto Lussich. Entre Ciudad de la Costa y Costa de Oro, Canelones perdió 10.000 árboles, a los que se deben sumar otros 4.000 de diferentes localidades. Los viveros de hortícolas a florales, fueron devastados en un 85%.

Desde la mañana siguiente al fenómeno, desde la sociedad casi en su conjunto se levantaron dedos acusadores contra los meteorólogos, quienes argumentaron de distintas formas. Durante los meses siguientes, las advertencias meteorológicas cundieron de tal forma, que los operadores turísticos llegaron a quejarse del desaliento que generaban en los turistas alertas que nunca llegaron a cumplirse realmente.
Fuente: http://www.lr21.com.uy/comunidad/221208-hoy-se-cumple-un-ano-del-temporal-mas-devastador-de-nuestra-historia.

Jorge Geymonat

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